Capítulo 44

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Llevaba evitando todo el día llorar, pero después de susurrarme esos versos no pude evitarlo, lágrimas salieron sin control de mis ojos, me separé de él para mirarlo y besarlo. Un beso que duro bastante tiempo y del que solo nos separábamos para tomas aire.

CAPÍTULO 44

- No quería llorar, pero si me dices esas cosas es imposible que no llore… te amo – le contesté.

- Yo también te amo mi princesa, y siempre va a ser así… jamás te voy a olvidar. – me contestó.

- Dijimos que nada de promesas – le respondí.

- No te estoy prometiendo nada, una promesa es algo que está por pasar. Mi amor por ti ya existe, y no hace falta que te prometa que voy  amar, porque con promesa o sin ella, así va a ser SIEMPRE – me respondió y volvió a besarme.

- Nunca digas siempre…. Solo dime que vas a ser feliz, solo eso. – le dije con mis ojos envueltos en lágrimas.

- Voy a ser feliz, mientras que piense en ti, así va a ser…. Y voy a estar esperándote. Ya sé lo que acordamos, pero lo único que te pido es que no dejemos de hablar, por favor. – yo asentí con la cabeza.

- ¿Y yo te puedo pedir algo? – le pregunté y asintió – Si alguna chica te gusta, te interesa, juégate por ella como lo hiciste por mí.

- Nunca, escuchame bien JAMÁS va a ver ninguna otra chica, que se merezca ni la mitad de lo que yo hice por vos y por nuestro amor – me respondió y actos seguido nos fundimos en un beso lleno de amor y dolor, de alegría y de tristeza. Beso interrumpido por la voz de un hombre que decía el nombre del vuelo en el que tenían que embarcar.

Nos levantamos y acompañamos hasta la puerta de embarque.

- Por favor, no llores más princesa… permíteme que la última imagen que me lleve de vos sea esa hermosa sonrisa que ilumina tu rostro y me hace feliz – me pidió y lo complací. – Te amo Lali

- Te amo Pitt – y lo agarré con fuerza y lo besé.

Euge y yo nos abrazamos de costado mientras los veíamos entrar a la sala de embarque. Entre lágrimas nos volvimos hasta donde nos estaban esperando nuestros padres y hermanas, que cuando nos vieron llegar nos abrazaron.

Después de eso, pagaron lo que habían pedido y nos fuimos a los coches: Euge y María con su padre, y yo en el asiento de atrás con mi hermana y mi padre conduciendo. Lucía es genial, estaba abrazada a mí y la escuché como tenía el corazón encogido y lloraba intentando que yo no me enterara.

De vez en cuando veía como mi padre nos miraba a las dos por el espejo retrovisor, nos dedicaba una leve sonrisa y volvía a poner la vista en la carretera.

Supongo que de tanto llanto, tanto Lucía como yo nos quedamos dormidas, y fue mi padre quien nos despertó cuando aparcó.

- Mariana, Lucía… ya llegamos. – nos dijo y las dos abrimos los ojos. Los tre bajamos del coche.

- ¿Y Euge? – pregunté.

- En casa, yo tuve que dar más vuelta porque no encontraba donde aparcar – respondió mi padre.

Me notaba la cara tirante, supuse que se debía a que las lágrimas se me habían secado. Después de unos 10 minutos llegamos a casa.

- Ya estamos aquí cariño – dijo mi padre para que mi madre supiera que habíamos vuelto.

- Hola hija… ¿estás bien? – me preguntó mi madre abrazándome.

- No, pero digo yo que en algún momento se me va a pasar… ¿Euge? – volví a preguntar.

- Cuando llegó tu padrino y María con ella, Euge dijo que tenía ganas de irse a su casa. Me dijo que después te llamaba, que si necesitabas algo ya sabías donde encontrarla. – me respondió mi madre.

- Creo que es lo único que nos queda, consolarnos mutuamente…. En fin. Me voy a duchar, y a tomar una pastilla haber si se me pasa el dolor de cabeza que tengo – respondí yendo a mi cuarto.

- Te voy a buscar la pastilla – dijo mi hermana Bea.

Cogí algo de ropa para ponerme, como ya era casi las 20:00 de la noche y testaba  más que segura que no iba a volver, saqué un pijama, ropa interior y me la llevé para el cuarto de baño. Fui a la cocina, para tomarme la pastilla que me había buscado mi hermana y después volví al baño y me metí en la ducha.

Estaba ahí, cayendo el agua sobre mi cuerpo… no pude evitar recordar cómo me había duchado con Peter esa misma mañana, como hacía cuestión de horas lo tenía tan cerca de mí, entres mis brazos, haciendo el amor… y ahora estaba rumbo a su país, a miles de kilómetros de mí.

No quería llorar más, porque sino el dolor de cabeza nunca iba a cesar, pero la lágrimas brotaban de mis ojos sin poder controlarlo, y recorrían mis mejillas con total libertad.

Después de una larga ducha, me salí, me vestí y me fui a mi cuarto.

- Te preparé la cama, porque supuse que tendrías ganas de acostarte – me dijo Bea que estaba en la puerta de mi habitación.

- Gracias guapísima – le dije, le di un beso en la mejilla y entre en mi cuarto. Agarré el portátil antes de meterme en la cama, necesitaba hablar con Euge, era la única que podía entenderme. Le mande un mensaje al móvil diciéndole que si tenía ganas de conectarse y hablar, pero me respondió con un “solo un ratito”. Y así fue, se conectó, ella conectó su cámara y yo la mía, me coloqué  el micro.

- ¿Cómo estás rubia? – le pregunté viendo que su cara era igual que la mía, que sus ojos reflejaban la misma tristeza que yo sentía.

- Por lo que veo igual que tú – respondió - ¿En la cama?

- Sí, es lo único que tengo fuerzas para hacer, dormir… así no pienso en nada, ni en él. – contesté. Estuvimos una media hora hablando de tonterías.

- Lali me voy que me está llamando mi madre para cenar, promete que vas a comer… te conozco, aunque sea poco pero no dejes de alimentarte, o te juro que voy a tu casa de un salto – me dijo ella consiguiéndome robarme una sonrisa, como solo ella sabía hacerlo cuando estaba mal.

- Prometido mamá… ahora voy a la nevera y agarró todo el helado que encuentre – hice un poco de honor a mi humor.

- Te quiero amiga… yo mañana no voy a ir a la facu, supongo que tú tampoco – y asentí – bueno entonces mañana por la mañana voy a verte, te quiero MUACKS.

- Yo también te quiero, nos vemos mañana besotes – respondí y me desconecté. Apagué el ordenador y la puerta de mi habitación se abrió.

- Mamá te llama para cenar – puse cara de “no tengo hambre, paso” – me da igual lo que me digas, vas a ir a cenar te guste o no – me dijo Bea.

- Pareces tú la hermana mayor – le dije sonriendo por su modo de retarme.

- Y si tengo que ponerme igual de pesada que tú cuando cumples tu rol de hermana mayor, voy a hacerlo… así pruebas un poco de tu medicina – me contestó.

- Está bien, voy… entre tú y la China no necesito a mamá, son peor que ella – y le saqué la lengua.

Fuimos las dos al comedor, donde ya estaban mis padres y Lucía sentados esperándonos. Aunque comí poco, algo comí. Más que nad fue por no escuchar a mi hermana, mi madre y mañana a Euge. Después de cenar, les di las buenas noches a todos y me fui de nuevo a mi cuarto. Me metí en la cama y me puse un poco de música de piano, algo que me relajaba mucho.

Al poco rato, la puerta se abrió.

- Lali, ¿puedo dormir contigo? – me preguntó Lucía y yo asentí. Ella se metió en la cama, apagué la música y le di las buenas noches, y se abrazó a mí – Si yo echo de menos a Peter, no sé cómo te debes de sentir tú. Buenas noches, te quiero.

Besé su cabeza, y aunque me costó me quedé dormida, eso sí: pensando en Peter.