viernes, 29 de enero de 2016

Capítulos 57 t 58 - ¡Ni que fuera verdad!

Lo prometido, ahí van dos más.






CAPÍTULO 57
Durante esos días les comentamos a las chicas la idea de la convivencia conjunta y les pareció una buena idea, siempre y cuando la casa fuera lo suficientemente grande como para vivir todos juntos pero al mismo tiempo poder tener nuestra privacidad. Así que decidimos que en cuanto pasara la boda de Irene nos pondríamos a buscar nuestra nueva casa. Mi única condición era que tuviera un sitio para poder ensayar y todos ellos aceptaron. También durante esos días preparamos el baile que íbamos a hacer algunas amigas de Irene, una sorpresa para Sergio. Pero además nosotros también le preparamos a ambos un medley de varias de sus canciones preferidas así que habíamos ensayado bastante y sobre todo habíamos conseguido que Irene no se enterara porque no había quien la separara de nuestro lado y se nos hacía difícil quedar sin que ella se enterara. El baile duraba poco más de cinco minutos y en una de las partes los chicos amigos de los novios se habían prestado y también bailaban.
Dos días antes de la boda ya estábamos en Cádiz que es donde se celebraría la boda.
- Mi pregunta es, si tu traes ese maletón. ¿Sonia y Julia con la cosa de las niñas cómo vienen entonces? – me dice Peter cuando dejo mi maleta en el que era su cuarto en casa de sus padres.
- Mi maleta tampoco es tan grande. Además traigo ropa para estos dos días, el vestido de la boda, los zapatos…
- Yo también traigo eso.
- Mentira, tu traje de chaqueta viene fuera – me defiendo – además tu traes los zapatos que traes puestos, los tenis y los de la boda. Yo traigo más zapatos y tres pares de ellos de tacón.
- Eres mortalita.
- ¿Qué más te da? Si no has tenido que cargar con la maleta en ningún momento. Sonia y Julia al final vienen mañana ¿no?
- Sí, para no cansar tanto a las niñas. Son muy chiquititas.
- Te acaba de salir la vena de padre baboso – me meto con él y pone cara de enfadado – pero me encanta – continuo tirándome en sus brazos para abrazarlo y darle varios besos seguidos en la boca.
- Por favor os pido que dejéis los arrumacos para otro momento – dice Irene abriendo la puerta – Lali cariño, tu amiga no se echará atrás a último momento ¿no?
- Claro que no – le digo y le acaricio el brazo para tranquilizarla – Yari es una profesional y llega mañana por la noche. Solo tienes que decirme en que hotel le has reservado.
- Se me ha olvidado – dice poniéndose pálida – soy un desastre.
- Vamos a ver coletitas – se levanta Peter y le coge las dos manos – tranquilízate. Todo va a salir bien. Por la canaria no te preocupes que yo ahora le busco un hotel para mañana y pasado. Y si a unas malas no encuentro nada, le hacemos hueco aquí en casa. Relájate por favor.
- No me puedo relajar. Me caso dentro de dos días Juan Pedro, me va a dar algo. Como a Sergio se le ocurra no aparecer lo mato, no va a haber sitio en el planeta para que se esconda.
- Que de tonterías estás diciendo – digo riendo.
- Ya quiero verte a ti cuando te cases – me dice.
- Lo mío va a ser más sencillo. Nos vamos a Las Vegas y nos casamos allí, a que sí gordito – le digo a Peter y reímos los dos sacándola más de quicio a ella.
- No os aguanto cuando os ponéis graciosos. Tú lista, mi madre me ha dicho que cuando puedas que bajes que tiene que enseñarte no sé que cosa… - y se va enfadada.
- Voy – respondo – se ha enfadado un poquito.
- Se le va a pasar. No entiendo por qué está tan nerviosa. Lleva preparando la boda no sé cuánto tiempo…
- Pero los nervios son muy traicioneros. – Abro mi maleta y saco la funda donde va metido mi vestido – me voy a que tu madre me lo guarde mientras así tú no lo ves.
- Ya te he dicho mil veces que no entiendo por qué lo haces.
- Porque quiero que sea una sorpresa – respondo, le doy un beso – me voy con mi suegra.
Salgo de la habitación de Peter y busco a mi suegra en el salón, allí cuando la encuentro nos vamos a su dormitorio para dejar mi vestido.
- No te preocupes que yo lo plancho la noche antes de la boda y no hay problema – me dice cuando lo saca y le digo que tengo que plancharlo.
- No quiero que tengas una carga más. Con los nervios de la novia creo que tienes suficiente.
- No digas tonterías, no es ninguna carga. Ahora ven siéntate – me sentó en la cama, cogió algo de su tocador y se sentó junto a mí – estos días he hablado con mi hijo. En realidad desde que empezasteis sé que tu relación con tu madre no es la mejor, o quizás no es la que debería haber entre una madre y una hija. No quiero que te pongas triste con lo que te voy a decir, sino todo lo contrario. Llevas poco tiempo con mi hijo pero es el suficiente para saber que lo que tenéis es para siempre. Por eso quiero que aceptes este regalo para que tengas una muestra más de que eres parte de esta familia – abre mi mano y coloca en ella un dije de plata en mi mano. – Todas las mujeres de esta familia tenemos uno, cada una con nuestra inicial, lo tienen mis hijas, lo tengo yo, lo tenía madre… todas. Es una “L” porque es como todo te llamamos y es como Peter me dijo que preferías que te llamaran. Y quiero que aceptes este regalo como una muestra más de que perteneces a esta familia.
No puedo evitar emocionarme y la abrazo, me refugio en sus brazos mientras le agradezco no por el regalo en sí, sino por lo que ese regalo supone.
- Gracias Claudia de verdad. Gracias por todo lo que haces por mí.
- Eres como una hija para mí ya. Y quiero que lo sepas.
- Lo sé de verdad que lo sé. Y no sabes lo feliz que me hace sentirme así.
La vuelvo a abrazar y después de darle dos besos, me pone el dije y juntas salimos. La ayudo a preparar la cena, y aunque es raro, nadie aparece por la casa mientras estamos cocinando. Es Irene la encargada de decirnos que Peter y su padre se han ido a hacer unas compras con Lorena y Manuel. A la futura novia, su madre le hace un té y le dice que se acueste un rato y se tranquilice. O si no vamos a celebrar la boda en urgencias porque le va a terminar dando algo.
Cuando está todo preparado para la cena, me voy con Claudia a hacer unas compras y estamos gran parte de la tarde fuera.
- No entiendo aun porque mi hija no ha querido fiesta para su despedida de soltera.
- Creo que ha sido por no organizarla – bromeo – pero al menos ha aceptado que mañana vayamos a comer por ahí todas juntas a celebrarlo, y que no verá a Sergio. Creo que es lo que más le va a costar.
- No te quepa la menor duda – asegura mi suegra y volvemos a reír.
Cuando llegamos a casa de mis suegros, casi las nueve de la noche, ya estaban allí Peter y su padre. Dejamos las bolsas en la cocina y lo que compró Claudia para los gemelos lo guardó en su cuarto. Aproveché que no habían llegado Lorena con su marido y los niños para entrar a ducharme. Diez minutos después estaba en el cuarto de Peter vistiéndome para la cena. Cenaríamos con la familia de Sergio aquí en casa, así que busqué un pantalón azul marino, con un jersey de lana color canela y botas de cuña del mismo color. Me coloqué el regalo de Claudia, de verdad estaba muy emocionada cada vez que me acordaba de lo que ese pequeño dije significaba.
- Chispita – me llamó Peter mientras tocaba la puerta.
- Entra – le dije. Él ya estaba vestido, con un vaquero oscuro y una camisa de cuadros rojos y negros. – qué bueno estás – le dije y ambos reímos.
- No te quedas atrás pequeñaja – dijo - aun con tacones eres muy chiquitita, me encanta – añadió y me besó, terminando el beso con un leve mordisco en mi labio inferior.
- Odio que hagas eso.
- Mentira te encanta.
- Claro y ahora me tengo que maquillar otra vez – me quejo, me giré pero el tiró de mí para pegarme a su cuerpo.
- Pues entonces antes de que te retoques el maquillaje, ven – me volvió a pegar a él y me besó. Un besó que duró hasta que necesitamos respirar. – ya está los padres de Sergio aquí, solo falta mi hermana Lorena.
Me hablaba mirándome por el espejo mientras yo me retocaba el maquillaje. Le pedí mi peine y me cepillo y me recogí el pelo en una trenza de raíz.
- ¿Y eso? – preguntó Peter tocándome el cuello y el colgante.
- No te hagas el tonto que sé que lo sabías – digo riéndome y me giro en el banco que estoy sentada – me lo dio tu madre esta mañana.
- ¿Te gusta? – pregunta acuclillándose frente a mí.
- Me encanta – le respondo y le doy un breve beso – me explicó que todas las mujeres de esta familia lo tenían. Y que por eso yo tenía que tenerlo.
- Mi madre es así de detallista.
- Es mucho más que un detalle – le digo y sonrío emocionada – para mí esto significa mucho Peter, de verdad. Siento que con tu madre puedo llegar a tener esa relación que no tengo con la mía.
- Se va llenando poquito a poco ese vacío que sentías ¿no? – me pregunta con una sonrisa esperanzada en su rostro.
- Creo que sí. Y al final estaba equivocada, también es gracias a ti.
- Yo no he hecho nada.
- Haces de todo, todos los días – le aseguro para volver a besarlo.
- Padrino – gritan los gemelos al mismo tiempo que abren la puerta del dormitorio – llegamos – dicen sonriendo – hola tata – me abrazan a mí quitando a Peter de delante de mí.
- Hola bombones – les devuelvo el abrazo.
- Venga vamos a cenar, que de postre hay flan que ha traído mamá – dice mientras nos agarran de las manos y nos vamos para el comedor y poder empezar la cena.

CAPÍTULO 58
Llegó el día de la boda. La boda era por la tarde así que empezamos todos desayunando juntos. Después Peter y yo nos fuimos a dar un paseo, camino al hotel donde se hospedaba Yari, que estaba en la parte nueva de la ciudad, lado contrario donde vivía Peter. Cuando llegamos avisé en recepción y como no era de extrañar estaba dormida. Había llegado la noche anterior bastante tarde y después de trabajar todo el día. Así que le mandé un wasap diciéndole que íbamos a estar cerca del hotel paseando, que cuando se despertara me avisara e íbamos a tomar algo. Decidimos bajar a la playa y dar un paseo por la orilla. Me quité los zapatos y los calcetines, al igual que Peter y disfrutamos de la arena en los pies.
- Esto es una de las cosas que más me gusta. Venir a la playa en invierno y disfrutar de las vistas.
- No suelo pisar la playa en invierno – le digo.
- Yo lo he hecho toda mi vida – presume él orgulloso – no es que me guste más que en verano, simplemente es diferente.
- Ahora está todo más tranquilo… me acuerdo cuando vinimos aun había gente en la playa y había bastante y eso que era octubre.
- Es que quien vive cerca del mar sabe disfrutar de la playa en invierno. La gente piensa en playa y piensa en calor. Yo pienso en playa y pienso en paseos por la orilla, abrigado y sintiendo el frío de la arena en los pies. Disfrutar de este sol de invierno que te da el calor justo para sentirte bien… y ya con las puestas de sol o los amaneceres… no te cuento lo que son.
- Adoras esto – digo mientras subo un poco hasta llegar a la arena seca y sentarme. Pongo los zapatos a mi lado y me abrazo a mis rodillas.
- Me encanta esto. Pero solo el tiempo justo y necesario. Me gusta para descansar, para desconectar durante un tiempo…
- No puedes renunciar tampoco al ajetreo de tu día a día en una gran ciudad.
- Sabes que no – dice sonriendo y sentándose junto a mí. – Imagínate dentro de unos años. En verano, cuando vengamos de visita, con las gemelas y los niños que tengamos nosotros dos – aclara – en verano con todos los tiestos a la playa: la sombrilla, la mesa, las sillas, las toallas, la comida, los juguetes de los niños… Y en invierno, un paseo al atardecer. Ellos corriendo por aquí mientras nosotros vamos un poco más despacio, abrazados y haciéndonos mimos.
- Muchas películas has visto eh – digo sonriendo. Me pego a él y me acurruco en su hombro, haciendo que pase su brazo alrededor de mi espalda y coloca su mano en mi cadera.
- Aunque antes de eso obviamente nos tenemos que casar – añade él y me besa – aunque sea en Las Vegas – bromea recordando la charla de hace dos días con Irene.
Estamos un rato viendo el movimiento del mar y escuchando la tranquilidad… puede incluso respirarse. Cuando mi móvil suena, es mi amiga que dice que está lista. Así que vamos a darle el encuentro. En el camino a Peter le manda un mensaje su amigo Dani y le propone vernos. Peter le manda la dirección del bar al que vamos a ir con Yari a tomar algo. Llegamos al hotel y mi amiga ya está en la puerta esperándonos. La recogemos, y nos vamos al bar donde ha quedado Peter con su amigo. Él también es de aquí pero es periodista y tampoco vive aquí. Cuando llegamos nos sentamos en la terraza situada en el Paseo Marítimo de la ciudad y disfrutamos nuevamente de las vistas de la playa.
- Hombre, por fin te veo mamón – escucho una voz masculina detrás de mí y la reconozco. Es Daniel.
- Daniel el travieso – lo saludo Peter levantándose y con una abrazo.
- Desde que fui a Madrid pa´ currar no te he vuelto a ver cabroncete.
- Cierto, pero aquí me tienes. Sé que no puedes vivir sin mí. Supongo que te acuerdas de mi novia – dice señalándome y se agacha para darme dos besos.
- Por supuesto. Una morenaza así no se me olvida a mí en la vida.
- Dani que acabas ahogado en la orilla de la playa eh – le advierte Peter. Dani tiene una labia espectacular. Por algo se dedica al periodismo. – Ella es Yari, una amiga nuestra.
- Encantado rubia – le dice y le da dos besos. Mi amiga se ha quedado prendada de sus ojazos. Tiene unos ojos azules, pero muy claros… a veces hasta parecen transparentes. Impresionan.
Estamos un rato hablando mientras tomamos algo y tapeamos un poco.
- Así que canaria. ¿Y qué haces por aquí?
- Pues que soy la fotógrafa de la boda de la hermana del capullo de tu amigo – responde ella refiriéndose a Peter.
- Yari – intento que se corte un poco pero ella es así y no va a cambiar. Por eso justamente es mi amiga.
- Es con todo mi amor, ¿lo sabes a que sí Peter? – le pregunta y este asiente riendo, ya la conoce también.
- Pues entonces nos veremos en la boda.
- No sabía que tú venías – le digo.
- Irene es como una hermana pequeña para mí. A la coletis no nos la tocaban de pequeñaja – dice mirando a Peter – aunque creo que si no fuera amigo de este, me la hubiera ligado – aclara y Peter le tira a la cara una servilleta de papel hecha una bolita.
- Deja de hablar así de mi hermana, cabrón. – le recrimina él.
- Veis – le da un sorbo a su cerveza – si me liaba con Irene perdía un amigo. Y la amistad va ante todo.
- Serás embustero… la de noches que me ha dejado tirado en las discotecas porque se liaba con alguna tía – nos cuenta a nosotras dos entre risas.
- Claaaaro, porque tú no hacías lo mismo conmigo ¿no? – intenta defenderse él.
Seguimos hablando y decidimos comer todos juntos en la calle. Cuando estamos ya tomando un café, mi móvil suena. Es un mensaje de Irene diciendo que regrese a casa que es casi la hora de que llegue la peluquera y la maquilladora. Nos despedimos de los chicos, recogemos la ropa de Yari, los zapatos y todo lo que necesita para las fotos y en un taxi nos dirigimos a casa de Peter.
- Estamos aquí – digo cuando Lorena me abre. Aún no ha llegado ni la maquilladora ni la peluquera. Así que como las allí presentes ya están duchadas, yo me meto en un baño y Yari en otro para vestirse y empezar con las fotos en cuanto lleguen para prepararnos . No tardo mucho, cuando salgo me meto en el cuarto de Peter. Entro y veo que Claudia me ha dejado allí el traje. Es un vestido azul marino, largo, con las mangas largas de encaje. Por delante no lleva mucho escote, pero todo el que no lo lleva delante lo lleva en la espalda, llegando al final de la misma. Los zapatos son de tacón, bastante altos de un rosa fucsia que me chifla. Me seco, me pongo la ropa interior y salgo envuelta en mi bata.
En el salón me encuentro a Yari, que ya está vestida con su mono enterizo negro y sus taconazos. Se ha hecho ella misma un recogido con una trenza de raíz, y se ha maquillado con colores muy naturales, como a ella le gusta.
- Estás guapísima – le digo.
- Gracias hermanilla. A ver, poneros ahí todas – nos dice a mí, mis cuñadas y mi suegra, Sonia y Julia que también están. – Va la primera foto, así de desarregladas aun – dice riendo, ya que todas estamos despeinadas y con las batas.
No tardan en llegar la maquilladora y la peluquera, que obviamente no vienen solas, sino que traen ayudantes. Poco a poco todas vamos pasando por sus manos y las que estamos libres estaos más pendientes a las gemelas. Es increíble como en dos días que llevo sin verlas han crecido tanto. Dos horas después todas estamos peinadas y maquilladas, a falta de vestirnos. Subo y me pongo mi vestido, preparo el bolso de mano que voy a llevar, me coloco el dije que me regaló mi suegra y salgo descalza, con los zapatos en la mano. Para ayudar a Julia a vestir a las gemelas para que Sonia vaya a vestirse, y después releva Lorena a Julia.
- Menos mal que mis hijos están con Miguel, porque si no, nos estarían volviendo locas – dice Lorena mientras termina de vestir a Eva y yo hago lo mismo con Lucila. Las dos van con sus vestidos blancos con florecitas amarillas y una rebeca amarilla.
Terminamos de arreglar a las gemelas, y salimos al salón. Yari toma foto de todo en todo momento. Estamos poniendo a las gemelas en su coche (la iglesia está cerca y vamos caminando) cuando Irene sale vestida de la habitación de su madre del brazo de Claudia. Todas nos emocionamos aunque intentamos no llorar. El traje es totalmente de princesa, como es ella, porque pese a todo cuando la miras a los ojos y tiene esa inocencia de niña que ojalá nunca pierda. Después de besos y abrazos, bajamos a la calle donde el coche de la novia espera junto con mi suegro, que será el padrino. La ayudamos a montarse en el coche, y mi suegra también va con ellas. Nosotras –Sonia, Julia, Lorena, Yari y yo junto con las gemelas- vamos caminando hacia la iglesia que está a cinco minutos de la casa de Peter. Es más cuando llegamos obviamente la novia no está.
- Guau – dice Peter cuando me ve aparecer y silba – pero que guapísima que estás. Increíble.
- Gracias – digo y me acerco para ajustarle la pajarita – no te quedas atrás – le digo y le doy un beso.
- Perfectos – dice Yari y nos enseña las fotos que nos ha echado, la última justo en el momento del beso.
Nos tomamos unas cuantas fotos, con la familia de Peter, de Sergio, los gemelas, nuestras gemelas, con Sonia y Julia.
- Tía, el amigo de Peter, el de esta mañana. Está buenísimo. ¿Has visto los ojos que tiene?
- Deslumbran eh – digo riendo.
- Desde ya mi niña – responde ella sonriendo.
- Yari – la llama Peter – una foto de mi familia por favor – le pide él. Él coge a Eva y Julia a Lucila, y junto con Sonia nos colocamos todos para la foto.
– Estáis preciosos todos. Obviamente salís mejor porque yo soy quien tiene la cámara – dice – Toma Peter, échame una foto con ellas porfa – le pide Yari. Cojo a Eva y Yari se pone a mi lado. Mi novio nos echa la foto.
- Que preciosidades de mujeres por favor – dice Dani apareciendo por detrás – estáis más que guapas todas. Lástima que una esté ocupada y las otras dos no les voy a interesar lo más mínimo. Pero con la canaria todavía…
- Daniel, que nos conocemos. Y tú mucho ladrar y después… - lo corto Sonia provocándolo.
- Lo que te estás perdiendo conmigo por no gustarte mi género nena – agrega él – toma Peter – le da su móvil a Peter – échame una foto con mi canaria preferida.
- No puedes tener a nadie más, porque solo me conoces a mí – lo desafía ella. Si a uno le va la marcha… a la otra mejor ni hablamos.
- Eso no lo sabes, yo he viajado mucho – le responde quedándose peligrosamente cerca de ella – además te aseguro que aunque hubiera un millón, iría a por ti.
- Sabes – dice ella, se gira un poco hacia Peter con el cuerpo y pone su brazo en el hombro de Dani. Pero aun lo está mirando a él – entre un millón, yo no iría por ti – le vacila claramente ante todos – ahora sonríe a la cámara Willy Fog – le guiña un ojo y mira hacia Peter, que espera que Dani salga de su asombro, y a los pocos segundos en vez de mirar, besa la mejilla de mi amiga y Peter dispara.
- Hueles de maravilla – le dice él cuando ella se gira después de la foto y el beso – Y cielo, queda mucha tarde y mucha noche por delante. Ten cuidado no vayas a terminar siendo mi Romy – le responde él, que le da un pico y se va.
- Yo lo flipo – dice Yari – no tiene vergüenza ninguna el muy puñetero… me encanta – agrega en un susurro que solo yo consigo leer en sus labios y ambas reímos.
Salimos de la charla cuando escuchamos revuelo detrás de nosotros. Todos o los invitados empiezan a entrar en la iglesia, mientras escuchamos el coche de la novia.  Llega a la puerta y se baja Claudia, después mi suegro, quien rodea el coche y le abre la puerta a Irene. Yari le indica que le ofrezca la mano y ella vaya saliendo lentamente para así poder tomar unas cuantas fotos. Sergio está en la puerta de la Iglesia, junto a su madre. Él le tira un beso a su futura mujer y ella le corresponde. Unas cuantas fotos más de la familia y entramos todos a la Iglesia dejando fuera a los padrinos y los novios.

Nos sentamos y pronto se escucha la marcha nupcial.

1 comentarios:

Alejandra dijo...

Una boda con lo que me gusta a mi, y que bonito todos los planes de futuro de estos dos por las playas de Cadiz

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